Apartándose de su lugar en la presencia de el Creador, el ángel rebelde partió a propagar el desacuerdo entre los huéspedes del cielo. Con oculto misterio, disfrazando su real intención bajo una imagen de reverencia a Dios, se empeñó por provocar descontento con respecto a las normas que gobernaban a los espíritus santos, dando a entender que proponían prohibiciones innecesarias. Puesto que sus naturalezas eran santas, declaró en que los habitantes celestiales debían seguir los dictados de su propia voluntad. Dios había sido injusto con él al otorgar el honor supremo a Cristo. Sostuvo que no buscaba elevarse a sí mismo, sino que procuraba asegurar la independencia de todos los seres del paraíso, para que pudieran lograr una condición elevada.
Dios toleró mucho tiempo a el ángel caído. No fue expulsado de su sublime posición ni siquiera cuando empezó a difundir falsas acusaciones ante los ángeles. Una y otra vez se le propuso el absolución a requisito de arrepentimiento y obediencia. Se hicieron tales acciones como sólo el amor ilimitado podría imaginar para convencerlo de su falta. El malestar nunca se había manifestado en el cielo. El propio portador de luz no percibió al principio la auténtica naturaleza de sus emociones. Cuando se evidenció que su insatisfacción carecía de causa, el tentador se convenció de que las exigencias celestiales eran justas y de que debía reconocerlas ante todo el universo celestial. Si lo hubiera realizado, se habría preservado a sí mismo y a muchos seres celestiales. Si hubiera estado preparado a regresar a el Señor, conforme de ocupar el puesto que se le había asignado, habría sido recuperado en su posición. Pero el orgullo le impidió someterse. Insistió que no tenía obligación de arrepentimiento, y se sumergió plenamente en la gran controversia contra su Señor.
Todos los facultades de su mente maestra estaban ahora dedicados al fraude, para asegurarse la apoyo de los ángeles. Satanás aseveró que había sido condenado parcialmente y que su libertad estaba restringida. De la distorsión de las palabras de Cristo pasó a la mentira directa, señalando al Mesías de un designio de rebajarlo ante los habitantes del universo divino.
A todos los que no pudo corromper a su bando los acusó de despreocupación hacia los objetivos de los habitantes del cielo. Recurrió a la manipulación del Dios. Su plan era engañar a los ángeles con razonamientos engañosos sobre los planes de Dios. Envolvía en el secreto todo lo que era simple, y mediante una alteración maliciosa cuestionaba las afirmaciones más manifiestas de el Altísimo. Su importante jerarquía daba mayor fuerza a sus representaciones. Muchos fueron inducidos a unirse a él en la sublevación.